CRONICAS DEL INDIGNADO

ASERCA DE LA INSEGURIDAD EN EL AEROPUERTO


Cumpliendo las normas, llegué puntual al aeropuerto. Metí la maleta por equipaje y me senté a esperar el avión. Dos horas y media después, aterrizaba en Margarita. Mi maleta abierta, dejaba ver la cajita de las prendas, cuidadosamente envuelta y asegurada con ligas, flotando por el universo revuelto de la ropa.
Nada. Mis prendas queridas, mis alhajas de plata propias de la clase media que no usa oro para que no la roben, habían sido arrasadas.
Mis zarcillos rosa, mis anillos traidos de México por la amiga Miriam, y mis gargantillas de ocasiones especiales, fueron a parar al bolsillo de un empleado de ASERCA a quien le pagan para que esté "cerca" de lo que traen los pasajeros para que pueda saquearlos con tranquilidad, porque a la final, y lo más triste de todo, es que nadie es responsable de nada, nadie hace nada, y a nadie le importa nada. No hay quien no haya sido víctima de esta calamidad. Un negoción, pues, trabajar de carguero o de envuelve equipaje, total, ser robado es como desayunar, algo natural.


EL CALVARIO DE PAGAR IMPUESTOS


Creo en la ciudadanía que se ejerce desde los derechos y deberes. Basada en este principio, fuí a pagar los impuestos. El primer obstáculo a sortear fueron las jóvenes que atienden al público en Catastro. Para ser justa, voy a reconocer públicamente que nací con un sino que me hace parte obligada del Realismo Mágico.
Enumero las acciones al ritmo de mi presión arterial: Cola, uno, dos, tres, cuatro...ocho. Buenos días. Silencio. Mirada baja que invisibiliza. Salida del cubículo. Espera. Regreso. Conversa por celular. bla, bla, bla, bla. Buenos días, repito. Me mira, me fulmina, cuelga. Dígame (un dígame" con la boca torcida es una mala señal). Corazonada...de seguro tendría que volver...y así fue. Mi vivienda no aparecía registrada como vivienda principal, a pesar de haberlo hecho. Llevé la constacia de inscripción al día siguiente, pero mi registro en Catastro acababa de vencerse (insólitamente, cada tres años uno tiene que volver a realizar una lista infinita de trámites para aparecer en el sistema). Tomé la planilla, respiré al estilo zen y comencé las tareas (que son como una suerte de penitencias que nunca terminan: cuando por fin llegas de nuevo a la taquilla, te dicen que tienes que pagar un no sé qué en la Alcaldía...cola, cola, cola...mediodía y cierran.
Día tres: luego de madrugar, hacer la cola y esperar por los funcionarios que llegan tarde y luego salen a comprar desayuno para comer, y además te ven con cara de: ¡Espérate, pana, que tengo derecho a comer! volví a Catastro. Otra cola. Al llegar, la dama me indica que debo entregar con copia los recaudos ...¿Dónde decía eso, me pregunto tratando se sonreír para que no me la apliquen de nuevo y obtener la gracia de no hacer la cola cuando regrese de sacar ls copias.
Al fin entrego todo lo que pedían para que YO CUMPLIERA CON MI DEBER DE PAGAR. Pero no, el plano de la casa, firmado y sellado por el ingeniero que la construyó hace más de 39 años, debía poner su sello húmedo...Ya era demasiado ¿Estaría vivo ese señor? Yo apenas tenía tres años con la casa.
Solicité al director de Catastro y, como es costumbre, debí esperar hasa que le diera la gana de atenderme. Lo que describo a continuación, no fue sacado de un libro de García Márquez: Buenos días...mire señor, estoy entregando los planos...pero me dicen...yo no sé si está vivo o dónde está...La respuesta fue que buscara un ingeniero y le pagara.
Día 4: Solicité al sr de Catastro: "Mire, no puedo pagar un ingeniero, porque me cobra Bs. 300 por poner una firma y un sello"...Respuesta: "¿No tiene amigos? Busque uno más barato...Ustedes si se quejan, aquí viene la gente humilde y paga sin tanta protestadera". ¿¿¿¿¿???? ¿Quienes éramos "ustedes"? ¿Será que la gente humilde, como él la llama, es "humilde" más vulnerable a los atropellos por que no saben cómo defenderse de las injusticias? Lo cierto es busqué a un amigo, firmó y slló el bendito plano. Seis meses después me llamaron para que el perito hiciera la inspección de la casa y verificara los planos. El funcionario pidió ser trasladado en CARRO. Le dije que vivía a tres cuadras de la alcaldía y que no tenía carro, que lo podía buscar y llevarlo a pie, que estábamos cerca. El hombre dijo que entonces buscara un taxi. mi tensión llegó a 100/180. Lo peor es que el tipo nunca vino. Tengo dos años morosa con el municipio y todavía no tengo carro...



A MI ME DUELE ESTE PUEBLO


A mí me duele este pueblo, oloroso a basura.
A mí me duelen los pájaros sin casa del Parque Cecilio Acosta; me duele la Plaza del Educador, casi desconocida y nunca reivindicada por los maestros, quienes ni siquiera se han preguntado a dónde se llevaron el busto del poeta de San Diego.
A mí, mujer de este pueblo de calles que ni se andan ni se desandan por falta de espacio; mujer huérfana de bares antiguos donde contrapunteaban vida y trago; mujer que ya no guarda versos en sus bolsillos porque el quejido se ahoga entre cornetazos, a mí me duele ver cómo estrangulan la escultura del maestro Corrales con una soga que sirve para sostener un quiosco de teléfonos.
Me duele que nadie diga nada cuando el Metro arrasa con lo poco que nos queda, y vemos, cómplices, cómo aquel espacio que anunciaba la llegada pronta a la plaza Bolívar, donde desemboca la estación, ahora es un monstruo engulle-gente que borra un tanto más aquello que fuimos.
La tristeza arrecia cuando comprobamos que nunca importó el precio que pagamos, así como tampoco importa ya cuántos árboles se corten en nombre del "progreso", por eso me duelen los más de 30 eucaliptos muertos en Los Cerritos, y los rayones de las paredes, la desidia de quienes nunca han ahorrado todo un año para poder pintar sus casas, me duele que vengan otros y desbaraten los sueños ajenos a punta de spray y que nadie haga nada al respecto.
Ya no hay Pueblo, ni siquiera Llano, porque hasta el nombre se lo llevó la urbe: Uno se queda pensando siempre a donde van los que van "al centro", de dónde salió tanto carro y tantas motos, dónde construirán el próximo centro comercial, cuál otro negocio, otrora de árabes, italianos o portugueses, pasará a las manos de los chinos para empeñar en ellos nuestras conciencias.
Tanto me duele esta ciudad que he terminado acurrucada en el ensimismamiento que me obsequian las únicas cosas viejas que aún hablan de mi infancia: el portón del colegio María Auxiliadora, el viejísimo Puente Castro, el puentecito que conecta la avenida Víctor Baptista con el Pueblo, la Casacuna Consuelo Marturet, el auditorio del Paraguay, las caminerías del parque Los Coquitos, la farmacia San Antonio, las aceras altas de algunas viejas calles, la bomba de gasolina de La Hoyada, la única esquina de la Plaza Bolívar, la casa de gobierno, la Vuelta del Paraíso, el silenciado Teatro Lamas, el mural de Luis Lusick en la Casa de la Cultura, el gimnasio Luis Navarro…
Todo lo demás, ha sido "tocado" por el progreso y envuelto en un aura dolorosa que nos duele a muchos de nosotros porque ni siquiera tuvimos tiempo de compartirla juntos...


RECORDANDO EL PARO PETROLERO

Los venezolanos nos hemos caracterizado siempre por encontrarle el lado positivo, humorístico o cínico a cuanta situación nos toca vivir. Esa tal vez sea la herencia de aquellos ancestros nuestros, a quienes mientras su cultura era mutilada en aras de un nuevo Dios y un nuevo orden, sonreían al amo sin dejar de festejar la llegada de la luna.
En medio de la debacle más contundente que nuestra generación cuarentona haya podido padecer por culpa del nefasto paro petrolero, me di a la tarea de buscar cuáles fueron las cosas buenas que, en su momento, esta experiencia nos dejó. He aquí los resultados:

1.- Aprendimos a cocinar en leña, pues la falta de gas nos hizo retomar el hervido, la carne en vara, las parrillas y, lo mejor de todo: aprendimos a trabajar en familia: Los niños buscan la leña, papá la corta, mamá cocina, la abuela retoma sus recetas...
2.- Nos pusimos en forma, pues con tanto tiempo libre, no nos quedó otro remedio que acudir a cuanta marcha convocaran Gobierno y oposición. ¿Resultado? Piernas más firmes, abdomen plano, buen ritmo cardíaco y muchoooooos nuevos amigos marchistas.
3.- Las amas de casa sustituyeron sus viejas ollas, ya maltrechas y abolladas de tanto cacerolear, por unas nuevas y modernas.
4- Las mujeres agradecieron cada día a las empresas cerveceras porque desde que cerraron, sus maridos llegaron temprano los viernes y el sueldo les rindió más
5.- La falta de gasolina nos obligó a retomar aquella vieja costumbre de pasar las navidades en el calor del hogar, sin alejarse de la familia.
6.- Los niños dejaron de embasurarse el estómago con refrescos y demás golosinas que sólo producían cólicos y caries.
7.- Las bicicletas ganaron terreno, pues son un excelente medio de transporte no contaminante y económico que nos permite estar en forma, sin pagar la costosa mensualidad de los gimnasios
8.- La crisis de la industria petrolera puso a pensar a más de uno en la importancia de sembrar, ya hasta hay balcones ecológicos con todo tipo de hierbas y legumbres.
9.- Redescubrimos nuestras bebidas tradicionales: se impusieron la avena, el papelón con limón, el carato de piña y la chicha andina, casi extintas para los adictos al nestea, a la coca cola y demás bebidas franquiciadependientes.
10.-Los artesanos recuperaron su lugar dentro de la economía informal y expusieron y vendieron sus trabajos sin pasar por los intermediarios de los centros comerciales que encarecen la mercancía
11.- La historia dio un lugar trascendente a quienes nunca habían tenido un rol protagónico. Bomberos de estaciones de servicio y gandoleros fueron, por unos días, los héroes de una patria sedienta de gasolina.
12.- Los juegos de mesa como el dominó, las cartas, el monopolio y el ludo se ocuparon de distraer a la familia
13.- Luego del fragor inicial del paro, disfrutamos de algo que nunca creímos posible: La televisión transmitía películas sin cortes comerciales y no fuimos víctimas, por un glorioso tiempo, de los teleculebrones.
14.- Nuestros hijos adolescentes sobrevivieron sin los centros comerciales, sin Mac Donal, sin Arturo, sin Wendy... Las calles del hambre de toda Venezuela se convirtieron en la alternativa y sus versiones de hamburguesas “criollas” ganaron adeptos.
15.- Luego de la actitud asumida por los colegios privados, muchos padres descubrieron que la educación pública no era tan mala como ellos creían; además, el dinero de las mensualidades podía usarse en otra cosa...
16.-Muchos carrodependientes cayeron en cuenta de que el transporte público llega a casi cualquier lugar del planeta y que es mucho lo que se ahorra en estacionamientos.
17.- Las nuevas generaciones conocieron la arepa de maíz pilao, la original
18.-Valoramos esas pequeñas cosas que, por estar tan a la mano, no habíamos valorado: La gasolina, el gas, la arepa, la familia, la leña y sobre todo que jamás hacíamos colas
19.- Se acabaron los “piques” de la muerte en la Panamericana y demás vías públicas.
20.- El momento histórico se perpetuará en los nombres de las recién nacidas generaciones de maracuchos: Enmienda Morillo, Buque Jacinto Montiel, Marina Mercante Boscán, Oposición Gutiérrez y pare de contar.
21.-Los símbolos patrios retomaron su lugar dentro de la sociedad, salvo algunas excepciones de hilos dentales hechos con los colores del pabellón nacional. Nadie recuerda a la bandera cuando los ve.
22.- Retomamos la lectura de los textos legales, cuyo consumo había sido relegado sólo para uso de abogados y estudiantes de leyes. La Constitución, las leyes habilitantes y la Ley de Contenidos se han convertido en auténticos best seller.
23.- Superamos exitosamente la falta de juegos de envite y azar y los únicos que se hicieron millonarios fueron los dueños de supermercados, los que vendieron cocinas eléctricas, resistencias y franelas nacionalistas.
24.- Nos conscientizamos de la falta que hacen los espectáculos públicos y retomamos, en los autopistas, los viejos templetes y romerías familiares donde había de “todo”.
25.- Aprendimos que no vale la pena arriesgar el empleo sólo porque a unos cuantos se les ocurra sacar al Presidente.


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